Antonio TENORIO ADAME
Octubre 13 de 2024… La maestra Ifigenia reposa ya en el reino de los sueños, donde todo permanece en su lugar por una eternidad.
La igualdad en el debate es imperativa.
Desde la lejana Grecia nos llegó como mito sagrado de víctima al sacrificio para revertir al poder y así elegir a alguien al sacrificio, al asumir el poder sagrado de la venganza en redención humanitaria, modificó a la Ifigenia cruel en la Ifigenia liberada…
Al brillar el día en Mixcoac, donde nació la hija de Jesús Martínez y Conchita Hernández, se oyó el eco de voces evocando a Ifigenia.
El padre nativo de Saltillo, Coahuila, laboraba en los Ferrocarriles Nacionales, donde había desarrollado una exitosa carrera; su formación se inició parcialmente en Guadalajara y más tarde como autodidacta; su desempeño le permitió un conocimiento de ramas de estudio social y el compromiso militante del partido comunista, sin caer en extremismos absurdos, pues confió la educación de su hija en el Colegio Alemán, donde la pupila forjó la disciplina y los hábitos del estudio.
En las aulas de San Ildefonso recibió las enseñanzas de sus maestros de bachillerato, para luego pasar a la Escuela Nacional de Economía, donde realizó una brillante carrera académica, para posteriormente continuar sus estudios en la Universidad de Harvard y ser la primera mexicana en obtener una maestría en el extranjero.
Al volver a México recuperó su modo de vida en todos sus aspectos; rompió la profecía que el Secretario de Estado del gabinete de Wilson sentenciara como resultado de abrir las universidades de su país para los estudiantes mexicanos fueran a estudiar.
En 1924, el secretario de Estado, Robert Lainsing, contestaba al poderoso empresario dueño de periódicos y de propiedades, R.Hearst, quien reclamaba terminar con el desorden de la Revolución Mexicana, imponiendo un presidente norteamericano, con el argumento siguiente:
“Debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos. México necesitará administradores competentes y con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la misma Presidencia. Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que lo que nosotros mismos podríamos haberlo hecho”.
Y no se equivocó, el arribo del neoliberalismo llegó con los heraldos negros al Palacio nacional.
No fue el caso de Ifigenia, quien mantuvo la lealtad a su nación de origen bajo un compromiso voluntario con el interés nacional en su relación exterior y una particular vinculación con las amplias capas sociales desposeídas.
El conocimiento académico se convirtió en una denuncia abierta de la magnitud de pobreza prevaleciente en el país. Por medio de una encuesta de muestreo elaborada bajo el cuidado de Ana María Flores, con quien tuve la satisfacción de trabajar, se midió el ingreso familiar en México, estudio que sirvió de base a Ifigenia Martínez para medir el grado de pobreza de las familias mexicanas.
Como mujer mexicana ni se atemorizó como tampoco se entregó al halago del poder para asumir la vanguardia de guerrera contra los males de la desigualdad que condena a una mayoría a la pobreza irremisible
Derechos de la Mayoría por vías del Consenso.
La lucha por la igualdad fue una aspiración social que promovió la independencia.
Ya en 1803 el Barón de Humbolt, alarmado ante el escenario dantesco de carencias y despojo, mostraba su inquietud en su Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España.
En su brillante descripción de la colonia española puso de relieve la gran desigualdad social existente: “La casta de los blancos es en la que se observan casi exclusivamente los progresos del entendimiento; es también casi sola ella la que posee grandes riquezas, las cuales por desgracia están repartidas aún con mayor desigualdad en México que en la Capitanía General de Caracas, en la Habana y el Perú”… “Ojala que llegase a persuadir a los responsables del destino mexicano de una verdad importante, a saber: que el bienestar de los blancos está íntimamente enlazado con el de la raza bronceada y que no puede existir felicidad duradera en ambas Américas, sino hasta que esta raza humillada, pero no envilecida en medio de su larga opresión, llegue a participar de todos los beneficios que son consiguientes a los progresos de la civilización y del perfeccionamiento del orden social”.
El primer mexicano en reclamar la igualdad fue el diputado por la Nueva España nacido en Tehuacan, José Joaquín del Moral, que acudió a Cortes de Bayona en 1808.
La desigualdad social prevaleció después de la Independencia y sólo fue quebrantada a través del reparto agrario, al entregar la propiedad social a ejidatarios y campesinos.
La revolución mexicana quedó inconclusa porque faltó aplicar la reforma fiscal que corrigiera carencias social, el nivel de pobreza se extiende a 46,8 millones de mexicanos, el 36,3% de la población total, pero ha mejorado,al decir oficial 9.5 millones de mexicanos salieron de pobreza.
Uno de logros del régimen obradorista, según Jorge Zepeda Patterson, fue visibilizar a los pobres; pues bien, la precursora de tan importante hallazgo fue Ifigenia con el estudio de “La distribución del ingreso y el desarrollo económico en México”.
Ella realizó la primera estimación moderna de la desigualdad en México, dice Gerardo Esquivel (Milenio.10.10.24); en sus cálculos, utilizó información que aún no había sido publicada de la primera Encuesta de Ingresos y Egresos de los Hogares que existió en México. Sus resultados son tristemente familiares: en 1950 el 0.9 por ciento de las familias con mayores ingresos recibía el 22.8 por ciento del ingreso nacional.
Coincide con estudios más recientes. de la Cepal sobre la desigualdad,
Su trabajo incluía reflexiones políticas y económicas más profundas, una mayor desigualdad restaba al crecimiento económico, en consecuencia, afectaba la vida democrática del país: “Una mejor distribución del ingreso no sólo es compatible sino indispensable para alcanzar elevadas tasas de desarrollo y favorecer la consolidación de valores democráticos”.
Para su publicación oficial.
Su razón de ser social se define a favor de la participación del Estado por una sociedad incluyente menos desigual, al afirmar: “… el Estado debe empeñar sus esfuerzos en racionalizar políticas capaces de acelerar el desarrollo apoyado en los efectos de una distribución más equitativa, de una política de empleo productivo y mano de obra más sana y productiva, de una mayor estabilidad política y social que permita el acceso democrático a las oportunidades de trabajo y educación”.
Ifigenia pasó del mito de la destrucción al reclamo de una sociedad más igualitaria y justa.